Historia del doblaje

 

El doblaje existe en España desde los años 30, tiempos de la República, y llegó a las pantallas de Europa de la mano del cine sonoro. Las majors o las grandes distribuidoras norteamericanas, al ver que perdían espectadores en algunos países europeos, buenos consumidores de cine norteamericano pero con un insuficiente nivel de inglés entre su población, idearon un sistema para crear una pista de diálogos sincronizados en otro idioma diferente al original. Evitaban, de este modo, perder cuota de mercado y ganaban en difusión. El idioma no sería un obstáculo, y sus películas serían tan universales como las de la etapa de cine mudo.

En ese momento, las distribuidoras contrataron a los directores de cine más relevantes de cada país para que éstos se hicieran cargo de la adaptación y la dirección de los doblajes. Podría afirmarse que el primer director de doblaje español fue Luis Buñuel.

Posteriormente, con la dictadura, el doblaje se convirtió en un instrumento más de la censura franquista, al igual que ocurrió con la censura literaria y la del cine de producción nacional.

Cabe destacar que en muchas de las películas españolas de los años 50, 60 y 70, los intérpretes originales estaban doblados por actores y actrices de doblaje. Los motivos eran diversos; mejorar la mala calidad del sonido directo, rehacer algunas interpretaciones, cambiar diálogos por razones de montaje... 

Nuestra larga tradición ha supuesto que el doblaje realizado en nuestro país siempre haya sido muy valorado en todo el mundo. No sería exagerado decir que España ha sido y continua siendo un referente mundial en este sector, tanto por la calidad de sus doblajes como por el nivel técnico y de sonorizacion en sus instalaciones. 

Desde sus inicios (con una técnica de grabación muy rudimentaria que fue mejorando lentamente) hasta finales de los años 70, el doblaje requería un proceso muy  artesanal y una técnica de sincronización muy depurada. Con la aparición del vídeo, en los años 80, se vivió la primera revolución: había mucha más producción y el proceso de grabación era mucho más ágil y menos costoso. Pocos años después, en los años 90, la aparición del sonido digital rompió todavía más los moldes y aumentó la productividad hasta límites jamás imaginados por nuestros veteranos pocos años atrás. 

A pesar de los avances tecnológicos, que han condicionado notablemente todo el proceso, al aportar una gran velocidad en todas las etapas y una mayor productividad, todavía prevalece una esencia artesanal que nos lleva, a los que aprendimos este oficio de una forma analógica, a seguir enfrentándonos diariamente a cada trabajo con el mismo espíritu que heredamos de los grandes maestros. Ellos nos enseñaron a trabajar con el mayor rigor profesional y a respetar al máximo la obra original; ellos nos enseñaron también a ponernos al servicio de la misma, y hoy todavía intentamos seguir esa línea. Es una forma de honrar y conservar su fabuloso legado. Éste es el único camino para conseguir que, detrás de cada doblaje, con cada réplica y cada tono, siga habiendo "alma" y la máxima "verdad" posible. 

                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                    Bruno Jordá